domingo, 25 de agosto de 2013

tan solo










Hace unos años en una primaveral mañana de domingo, estaba yo sentado en un banco ojeando la prensa. La perra a mis pies y los pájaros en los árboles, todo perfecto y en calma. Sin embargo al cabo de un rato me giré por instinto pues advertí a mis espaldas una presencia.


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Y sí:  había alguien. Dos personas, un hombre y una mujer. Jóvenes y, por la forma en la que se sostenían las manos, enamorados. ¡Ah! y puede que para lo que voy a contar tenga importancia o puede que no, aunque a mí me resulta significativo:  eran orientales. Posiblemente japoneses o coreanos.






Claramente no estaban a mis espaldas por nada que tuviera que ver conmigo. Se habían acercado con extrema cautela para no molestar a una familia de patitos recien nacidos y a su madre que nadaban en el estanque, detrás del banco donde yo estaba sentado. Ambos jóvenes portaban cámaras de aspecto importante pero no hicieron ningún amago de utilizarlas. Símplemente estaban allí y observaban. Dejaban que la escena les empapara y verdaderamente al cabo de un rato de estar allí, daba la impresion de que  formaban todos parte del mismo misterio. Quizás yo tambien.





Ese momento duró lo que tardamos en ser descubiertos por un grupito familiar que, al ver los patos se vinieron en montonera, gritando exitadísimos los unos a los otros "¡mira, mira, patos, patitos,corre, corre, saca una foto corre, de recuerdo, corre!





¿¡De recuerdo!?





¿De recuerdo de qué?.

 Por supuesto que los patos salieron zumbando y no les dió tiempo de sacar la foto. Una pena. Los novios orientales se miraron y encogiendose de hombros se alejaron con la misma discrección que llegaron y yo volví a los dominicales.





Puede que esta sea una historia banal pero me parece que ilustra a la perfección el uso disfuncional que muchos hacemos de la fotografía





Me incluyo. Me las estoy dando de super sereno y calmado pero es sólo a falta de cámara. Me temo que con una en las manos estoy más cerca de la familia gritona que de los atentos orientales.






Y no sé porqué es. No sé de donde procede esa ansiedad por atesorar recuerdos que no me he dado el tiempo de vivir.





Sólo se que la Belleza a veces se presenta de forma tan inesperada que desconcierta y tan intensa que deslumbra. Llevarse la cámara a los ojos es como un gesto de protección.Saco una foto y  es como si me dijera: "Ya me haré cargo de esto cuando tenga tiempo" "ya me haré cargo de esto cuando pueda asimilarlo"







Ocurre que si por casualidad te das ese tiempo encuentras que sólo tienes unas fotos... tan solo.












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