viernes, 4 de abril de 2014

para ver con los ojos cerrados (y sobre el fondo gris del blog)






Son las 12.05. Hace un día espléndido: sol y temperatura ligeramente fresca. Llevo más de una hora contestando un mail profesional  y ahora me tendría que poner las pilas si lo que quiero es pintar algo en lo que queda de mañana o decidirme a afrontar las tareas de cada día.  Pero sin embargo me  quedo en Babia disfrutando del silencio de la habitación y de la suave luz que entra por la ventana a través de persianas bajadas  y cortinas corridas....  Y me da por pensar en el cuadro de ayer  -véase el último post-  Hay algunas pinturas que se ven mejor con los ojos cerrados y tengo la impresión de que esta es una de ellas. ¿Te parece  una chorrada?. No me extraña; pero piénsalo dos veces. Hay pinturas que son buenas para mirar y otras que son mejores para recordar.





Son las cuatro menos cuarto. Después de comer es de recibo plantearse de nuevo funcionar pero yo sigo igual de inapetente. No tengo ganas de trabajar. No tengo ganas de trabajar sin tener ganas de trabajar. Me digo a mí mismo que si repaso los asuntos que tengo pendientes encontraré la motivación para venirme arriba; para actuar con sentido.  Me intento convencer de que los asuntos pendientes actúan como una rémora, dejando la acción falta del impulso necesario para llevarla a cabo con alegría. No sé si será cierto. Lo que sí es verdad es que cada día produce un sinfín de “asuntos pendientes “ Yo he renunciado a enfrentar a no ser in extremis todos aquellos que no tengan relación con mi trabajo... porque de otro modo...ni abarco ni aprieto. 

En fin... me quedó pendiente de  desarrollar eso de que hay pinturas que son mejor para recordar. ¿Es esto una simple ocurrencia? Ayer estuve pintando en el cuadro de la playa de Cádiz. Lo pinté hace mucho tiempo e incluso ha llegado a exponerse. Es un cuadro que estaba terminado y no era un mal cuadro. Al tenerlo conmigo empecé a verle otras posibilidades y como pasa a menudo en los ratos en los que te has impuesto pintar pero no te ves con fuerzas para hacer algo “importante”, coges lo primero que tienes a mano y te pones a juguetear. Normalmente acabo por hacer algo completamente distinto a lo que me proponía. ¿Por qué? Por puro desconocimiento del oficio. Me he imaginado un color pero no llego a alcanzarlo o la pintura queda muy espesa o muy fluida...lo que sea,  El repertorio de desviaciones es inmenso. Después de un par de horas se acaba agotado,  desmoralizado y completamente perdido (¿Entiendes ahora mejor lo del Jardín de Pulgarcito?) además de  idiota: hace un rato tenías un cuadro que no estaba del todo mal y ahora tienes un borrón. Te dices a tí mismo que nunca más... pero se te olvida y al cabo de un tiempo volverás a caer y a fastidiarla. Son muy pocos los cuadros que se mantienen al margen de la tentación de intentar “mejorarlos”


Es cierto que una vez cada misa de obispo el resultado azaroso es bueno o muy bueno, y entonces compensa absolutamente. Además, aquello que has encontrado cuando ya lo dabas todo por perdido y  que te ha permitido salvar el cuadro es un hallazgo de un valor inmenso que te hace dar un salto de gigante en tus capacidades... por más que posiblemente no lo puedas volver a aplicar. Pero da igual: en el cuadro queda y lo has hecho tú… o fue  tu mano o lo que sea.  Pero de chiripa. Esto tampoco se te olvida. Hay que estar ahí, naturalmente, comprando boletos; pero no es de extrañar que de tanta pereza cuando estás en frío – lo que sucede cada jornada-  exponerse a otro patinazo y a otro bofetón. Yo aún no he aprendido a gestionarlo y ese sí que es un “asunto pendiente”


¡Menudo desvarío!

 Antes escribí que hay cuadros que funcionan muy bien en el recuerdo mientras que otros son mejores para mirar. Parece que un cuadro está hecho para ser mirado y se antoja de lo más rebuscado que ningún pintor se llegue a plantear algo distinto. Pero no se trata de elección. Nunca se trata de elección. En todo caso se puede elegir sacar partido de lo que te toca o bien rechinar los dientes. Pero este es otro tema y ya he desvariado bastante. Creo que hay pintores que funcionan especialmente bien cuando se ha visto su obra porque la interiorizamos. Es como si la hubiéramos estado esperando. Teníamos guardado un lugar para ella. Y hay otra obra que es más de entretenerse mirándola. Podría dar nombres pero me temo que esto es una cuestión personal y  si a estas alturas no estás barajando tu propia lista , nada de lo que yo añada va a convencerte de que esto no era, después de todo, una chorrada. Tampoco a mí me convence del todo. No es más que una intuición, o quizás un deseo: el de que hay obras que no se pueden ni se deben concluir porque concluir es concretar, dar algo por finalizado. En definitiva apartar, desechar, sacar de uno para dejar a la intemperie, matar, morir. Es mucho mejor poder cerrar los ojos delante del cuadro y sentir que se transforma porque estamos vivos en él.



Desde la esquina de esta ventana puedo ver la esquina del cuadro aún en el caballete del estudio. Kike, que normalmente es tan tolerante con lo que hago, dice que lo encuentra algo soso. Supongo que tiene razón. Pero no me importa.  Quizás sea ese ser anodino a lo que hago referencia. Ya sé que no me explico bien. Son cuadros que están terminados pero que no lo parecen. Son cuadros que presentan todos los indicios de hacia donde es posible que se perfilen, sin que lleguen a hacerlo. El espectador tiene un poder activo pues hará crecer el cuadro en su imaginación en la dirección que crea conveniente.  Así Kike decía ayer que le faltaba un poquito de rojo en el cielo. Otra persona puede que encuentre a faltar algo más de contraste y una tercera quizás le gustara ver una figura en el límite del mar. Todos tendrán razón. El cuadro es un campo de posibilidades. ¿Por qué no puede ser eso?


No es fácil dejar un cuadro justo en ese punto.

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