viernes, 16 de mayo de 2014

kakemonos cinco de cinco



Otra cosa más sobre los kakemonos y prometo dejarlo aquí pero sólo de momento.

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Me fascina que sean “composiciones abiertas”. Esto es un tecnicismo que conviene aclarar, como  también conviene aclarar que es algo que yo me saco de la manga... o sea que ya me dirás si tienes paciencia si te parece otro desvarío. (Menos mal que lo llevo advirtiendo desde un principio desde el subtítulo del blog)

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La cuestión es que en Oriente no se componen las pinturas desde los márgenes del formato hacia el interior, como es tradición nuestra. Ellos por el contrario no parece que tengan en consideración que la obra haya de terminarse donde el cuadro se acaba sino que por el contrario, como la vida misma, no tiene límites ni se detiene en ningún borde. Lo que queda recogido por la pintura es tan sólo un fragmento. Un fragmento maravilloso y lleno de pálpito que puede hablarnos con todo merecimiento tanto de sí mismo como de lo que no cupo en la obra porque es la misma naturaleza y espíritu.



Cuando un pintor oriental comienza a trazar sus composiciones lo hace como si un trazo infinito se desplegara atendiendo a su propia forma y al espacio vacío que genera alrededor que funciona como un contenedor de todo lo que no está.

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Nuestras composiciones tienden al orden y al equilibrio. Supongo que es reflejo de nuestra concepción de lo que debería ser. No digo que esté mal, ni que haya una verdad universal. Simplemente señalo el hecho de estas posturas. Personalmente me gusta mucho el dinamismo vital que las pinturas orientales no pretenden refrenar ni mucho menos contener. 

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Cuando veo un rollo de pintura oriental me hace gracia imaginar que en lugar de tres metros podría ser de cinco o de tan sólo uno y que el resultado en esencia es el mismo. Un biombo puede tener siete paneles o tan sólo tres. El mismo biombo que realmente tiene cinco. Su equilibrio es interior y no necesita afirmarse en unos márgenes que le pongan el apoyo. No sé si me explico.

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Y... ¡oh!... por la misma razón puedes tomar un fragmento de la obra al azar y funcionará igual de bien que el conjunto. ¿Qué nos está enseñando esto? ¿No has pensado nunca que un momento en tu vida puede contener todo el fulgor de la existencia? 


PD: estos pequeños floreros se compusieron con las heróicas supervivientes del gran ramo original y...sí... te has dado cuenta: representan la antítesis de lo que aquí menciono

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1 comentario:

Anónimo dijo...

La flor morada es la humilde malva.Y desvaría,desvaría que algo queda....M.J.